al rumor macabro de los relojes a su montón de risa insipiente al rumor de roedores negros a su ajetreo de patas escabulléndose lo nuestro, los espectros, los ecos y las puertas abiertas las llaves encontradas en viejos muebles y las que nos fuimos besando el crujir de la casa, es el crujir de los huesos los rincones ocres, son herrumbre de recuerdos estancados nos llevaremos los cofres los frascos el polvo de plata las perlas de oro o quizá tan sólo el vaho de nuestro suspirar, de las cenas tenues, las albas contigo, las mañanas grandes los murmullos a ojos cerrados todo lo que quepa más allá del marchitarse de nuestro cuerpo allí en lo mínimo en la puerta pequeña a lo inmenso en el secreto orquestal del espíritu en la grandeza sinfónica de su canto desmoronándose, negra y triste quedará la casa y nos iremos nos iremos amarrados a nuestro espíritu jovial como huye una cinta suspendida en el viento y en su carrera, se revolcará nuestra melodía vertiente verde atajo rojo viento violeta invadiendo los páramos con tropel de bosques y con todo el aroma que nos llevamos dentro, y la venia del Creador, le morderemos el espanto al Vacío y nos trenzaremos a un porvenir fulminante mas hoy me quedo en nuestro nido de latidos y me aferro a ti como la tierra a la semilla enroscándonos haciendo estremecer el obsoleto detrimento y de nuestra hambre tierna, el crujir de la casa en penumbra.

niebla eléctrica nos arropa a solas, arremetiendo con oleajes, interna, dilatándonos dentro en explosiones de chispas risueñas, cubriéndonos un color tenue y oscuro de amanecer anunciándose – como se anuncia el torrente de latidos en el sonrojo. en medio de éste océano leve, florece un latir grande de nubes inquietas, acumulándose hasta lograrlas mascar… …con ésta niebla, antes que el mundo despierte nos escabullimos bajo el ala de un albatros gigante, que nos aleja cantando tormentas, con las olas en la mirada, con garras de caminos encontrándose, camino escondido donde nuestros pies se encuentran y acarician, pisoteando hasta más abajo del barro el pasado, y evaporándose en rayos el porvenir, porque fulguran las miradas con hambre mutua, un hambre que nos fuimos escoltando de tan lejos, tan lejos cariño mío, con palabras que apenas asomadas a nuestro anhelar-garganta, ya nos íbamos mordiendo como fieras sujetando a sus críos, depredándonos una y otra vez, dándonos de beber un silencio húmedo, con rocíos y lágrimas de arbustos mojados, en el bosque nuestro, cuando dolía el tiempo, que habría de limpiar el óxido a los cerrojos necesarios para nuestro haber, y marchitar todos aquellos que habrían de tragarse para siempre, llaves funestas, y cuando no se aguantó más la alegría, cuando nos confesábamos apenas, cuando fuimos amalgama difusa, dos nieblas azules colisionando, dos fantasmas, dos especies nuevas, que contiguos se acoplaban formando un salón inundado, fragante, trenzando maullidos, aullidos y susurros, depositados sobre las aguas secretas de ese salón que terminó siendo un cofre, entre 2 pechos siameses, una cabaña, con sabor a nuestra mesa criaturas que se hablan adentrándose en la otra, zurciendo una tormenta fresca – lluvia riendo hasta lo hondo de la medular armonía. y cada gota que caiga, anuncia el océano que formará.

metaforizar es una forma de funeral. metaforizar para echar llave. (y aunque te mantengas presente, ya no, ya no es esa historia que tan bien supimos bordarnos a la piel). buscar algo que se derrame, algo que pueda deslizarse, algo que tenga de cómplice a la frescura, al alba, a los que acechan, a la luz débil, a las penumbras, a las fiestas y penas en secreto, para poder portar esta añoranza hasta su tumba de insectos únicos, desvanecida en tierra, como pulpa derramada desde la altura que tuviera un vuelo hasta tus pies… porque así pequeños, espolvoreados sobre las hojas secas, va cayendo este extrañarte, resumen de lo que queda, y acaso ya exhala seres brillantes, espectros con gerundio de semillas, para volar como vuelan las aves migratorias, acaso para ir y rozar tu frente, ir y besar como besan las gotas que caen, tus ojos, ir y envolver algún trozo de hombro, como envuelven en lo subterráneo las raíces de las flores alguna porción de tierra húmeda, y pasearse por tu cuello y pecho, como pasean las gotas de rocío, el temblor verde de las hojas jóvenes… así, minúsculo y en multitudes, llegar hasta tu cuerpecito durmiente, yacer un rato, como yace un rato suspendido en la espera matinal, y acaso sentir ese escalofrío débil de la lejanía, esa invocación migratoria del sol, que reclama salir y así, así todos nosotros huir, ahuyentados por un calor brutal… o acaso, ¿preferirías nos transformemos en humedad? y así enterrarnos con la lentitud y solemnidad del rocío moribundo, que se sabe tan frágil como las penumbras y la ternura, y así, así decantar en secreto, por entre tu piel que iríamos haciendo de ella nuestro lecho nuestra vertiente mortuoria, nuestro amanecer fatal, nuestra sábana predilecta, nuestra confidencia sagrada… y así nunca decir adiós, y fundirnos con el violeta de todos tus próximos despertares. quedar recónditos, como tu acurruco que alguna vez, asistimos… asistí… presencié… envolví… lloviéndonos, lento.